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Historia compuesta on-demand basado en las menciones de @letifcosta:
Lugar un árbol con hojas otoñalesOtro, una oficina, rutinaria, con ruidos típicos y aromas acordes,un poco lúgubre cuando todos se van pero llena de vida mientras hay gente— Leticia Fernández Costa (@letifcosta) March 26, 2022
Lugar un árbol con hojas otoñalesOtro, una oficina, rutinaria, con ruidos típicos y aromas acordes,un poco lúgubre cuando todos se van pero llena de vida mientras hay gente— Leticia Fernández Costa (@letifcosta) March 26, 2022
Inhalé, me vestí y si bien estaba harto de todo.
Decidí que un café iba a lavarme la cara y ahorrarme el cepillarme los dientes.
Tenía mil motivos para desistir pero hoy no iba a ser el día.
Tanteo que todo esté en mis bolsillos y antes de cerrar la puerta doy una vuelta sobre mi propio eje y volteo a darle un beso a Marina.
El combustible de mi motor, lo que hace que todo tenga sentido. La esperanza de construir en este baldío mental.
Bajo a tomarme el 21 pateando los montones de hoja que alguien juntó hace un rato. Que me perdone pero me transporta a esas tardes de liceo donde no había más preocupaciones que un café con leche y un escrito de matemáticas.
Es lo único que me hace subir al bondi con una sonrisa ligeramente esbozada.
Al bajar lo mismo de siempre, unas cuadras con la tarjeta en mano mirando el reloj y rezando para no llegar tarde, otra vez. Dudando de que hago viniendo acá. A mi me gustan las letras, nada que ver con una puta planilla de Excel.
La tarde pasó sin mucho; todo era lo mismo.
El glade de lavanda de mi jefa contrastando con el olor a café y curry que se cuela desde la cafetería cada vez que abren la puerta de la oficina y me da un golpe de serotonina.
Todo era lo mismo de siempre; los escritorios blancos, impolutos.
Las paredes escandalosamente coloridas intentando fallidamente contrastar con el gris pasivo de la rutina, los golpes tímidos de las cucharas sobre los cafés ajenos.
Eran las 11 am y parecía que habían pasado 15 dias desde que marque tarjeta para entrar. No había una sola alma en el cementerio de sueños.
Hasta que me llegó un mensaje.
Má voy a necesitar ayuda para los deberes de inglés y literatura.
Nunca vi tan colorida la pantalla de mi teléfono, por alguna razón la saturación de todo mi entorno comenzó a brillar.
De repente la hoja de excel ya no me parecía tan irrelevante.
Los tímidos golpes de cucharas sobre la porcelana se transformaron en nítidas conversaciones en confianza, chistes internos y pormenores de oficina.
Me sentía a gusto, me sentía necesaria, me sentía con un propósito.
Abandone mis quejas ese día, entendí que todo lo que soy está construido para ser enseñado y superado por alguien más.
Que existía un porqué terminar la jornada y no era solamente patear las hojas al día siguiente.
Entendí, viví y desde entonces me lavo la cara y cepillo los dientes.